Leer: Mateo 6:14-15, Marcos 11:25-26, Salmos 86:5
Sabemos que no siempre es fácil perdonar. Cuando nos ofenden y hieren nuestros sentimientos se produce un quiebre en nuestro interior que se traduce en un dolor profundo. Pero cuando esa ofensa, traición o deslealtad proviene de tu familia, el rencor comienza a correr como un poderoso veneno que, de no ser intervenido a tiempo, terminará por controlar tu vida.Perdonar es una decisión. Ser dichoso también lo es. Cuando tú le entregas tus cargas a Dios y esperas que Él haga su obra transformadora en ti,reconoces que tienes que proceder sabia y piadosamente, para el cristiano no hay otra opción que no sea poseer un espíritu de perdón.<Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen> (Mateo5:43-44).La disculpa que nunca llega (o nunca llegó) no debe obstaculizar tu perdón.No se trata de que estás dándole la razón al que quizás no la tiene, sino que esa raíz de amargura debes desecharla para cuidar tu corazón y no dejarle la puerta abierta a la ira, la venganza y toda aquella malicia que no proviene deDios.No podemos eliminar selectivamente nuestros sentimientos, pero podemos dar pasos en fe y hacer una elección consciente de obedecer a Dios y perdonar. Cuando decides hacerlo facilitas el camino para traer restauración y sanidad para tu vida y tu familia.En la vida te encontrarás con muchas situaciones en las cuales necesitarás practicar a diario el perdón. Aprende a perdonar para que descubras que elúnico prisionero eras tú mismo. La libertad del perdón es otro de los tantos regalos de Dios.
Ver: ¿Necesitas perdonar a alguien de tu familia